"Nos encaminamos a la abominable casa de los Cardoso, en la calle de Santo Domingo, cuyo jefe era un apoplético magistrado de la Audiencia, hijo de un abad de aldea y de una criada, casado con una ricachona adusta y solemne, y famoso por sus tragaderas y por su estupidez judicial."
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.142
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