"¡Qué andarás tú tramando por aquí, perillán! ¿De dónde te viene esa manía de andar por la catedral cuando no hay nadie?" Luego me pellizcaba los carrillos y me mandaba para casa, no sin antes advertirme, una y otra vez, casi con las mismas palabras: "El templo es para el culto y no para venir a él cuando no hay nadie ni ocurre nada, a pensar tonterías. Si sigues así serás un hombre triste y raro. ¡Hala, líscate para la calle!"
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx. 76
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