"Al entrar el fiacre por la calle de las Tiendas, en el silencio de la siesta, oyóse redoblado el ruido de las herraduras y el campanilleo de las colleras. Apenas puse pie en la rúa, asomáronse las tías, apiñadas en retablo, en una ventana del segundo piso, y Joaquina, que oteaba por otra del tercero, aspó el braceo de las alarmas y desapareció, arrepiada de urgentes avisos."
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.165
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