"... las cimas de Montealegre con su dolmen crucificado, y en la otra banda del valle el lomazo de Santa Ladaíña, pelado, ascético, con su solitaria ermita ventosa y su media docena de pinos cimeros, como la peina de un pavo real. Y más allá la sierra del Rodicio, sombría, violenta, como una rueda suplicial surgiendo entre una boira color cardenillo."
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx. 36
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