"El Barrigas sofrenó a los pasajeros y quedamos un rato envueltos en una nube de polvo. Bajamos al paso toda la pendiente de Amoeiro y al llegar al valle los caballos fueron puestos de nuevo al trote largo. Por entre los negrillos y cerezos que bordeaban el camino..."
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.164
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