"Tres meses duró mi secuestro en el Pazo de Amoeiro, casón de la familia de los Castrelo, antigua residencia señorial y, en aquel entonces, centro de ricas tareas de labranza y ganadería y de mimosas vegas de vino en Santa Cruz de Arrabaldo y en el Ribero de Avia.
(...) El pazo era una inmensa residencia sillar con patio almenado, balconadas y chimeneas monumentales, que alzaba su orgullosa silueta de castillo al borde del planalto de Amoeiro, abarcando el curso del río Miño, entre el hondo valle central de Auria y las tierras más abiertas del Ribero, con sus verdes múltiples y jugosos.
(...) para echar la partida de tresillo con el párroco de Trasalba, que venía cada noche a caballo, impulsado por el terco vicio.
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.148/149
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