"Parece ser que el tío, no bien llegado, se encontró con el canónigo Eucodeia, al atardecer en la oscura rúa de San Pedro; y, cogiéndolo de un brazo, le amenazó, de buenas a primeras, "con romperle la crisma, o mejor dicho, el cráneo, que la crisma era demasiada cosa para un canónigo"."
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.100
No hay comentarios:
Publicar un comentario