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Porta Norte |
"Traspuse el patín desierto y furiosamente asoleado, y entré en el templo por la puerta del Perdón. Crucé la nave del Rosario, esquivando la amenaza del San Jorge, con su lanza suspendida sobre el dragón del aire, arbitrariamente adosado a una pared por un juego de grapas que mantenía el gran caballo de madera con su jinete en un galope áptero de naturaleza increíble.
No sabía bien a lo que iba. Muchas veces entraba en la catedral así, sin designio cierto. La inmensidad de su estructura, su silencio, el color y el olor de su atmósfera, sin duda influían en mi estado moral y físico, nunca supe si para bien o para mal. A veces era como si aquel silencio me redujese a mí mismo, cuajada de pronto la interna dispersión en un punto de interior solidez; y otras, en cambio, me sentía como desleído en sus penumbras, como sorbido por un grato y moroso vampirismo que me postraba en una tibia inmovilidad de desmayado."
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx. 66
Foto extraída de internet: Noniloo (elpasiego.foroactivo.com)
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