sábado, 1 de febrero de 2014

El agrio rocío de los cuartos

"Se oyeron en el reloj de la catedral los lentos badajazos de las doce, precedidos por el tono saltarín de la campana de los cuartos. (...)

  Pasé otro gran rato en estos recuerdos. El reloj de la catedral exprimió dos espesos goterones, precedidos por el agrio rocío de los cuartos, que oí casi desde el umbral del sueño.(...)

   Me asomé de nuevo y vi que los hojalateros y los vecinos empezaban a asomarse con cara burlona. Una tal María "de los accidentes", que vivía de acarrear agua de las Burgas y que era muy lenguaraz, posó el ánfora de barro en los medios de la rúa, y poniendo las manos en las caderas, gritó hacia arriba, con voz más escandalosa que intención que de texto."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.347/349

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