"-Tu revelación instintiva puede desviarte de tu auténtico camino. ¡Cuidado! Espero que sólo se trate de un rodeo del que volverás luego de algunos años, lamentando el tiempo perdido.
Esta conversación tenía lugar bajo los cipreses del convento de Ervedelo. Frente a nosotros se extendían, en húmedo y verde declive, los huertos y los prados.
-¡Fíjate qué belleza ese nabal florido! De una imagen así nació el mito de Danae.
(...) Acababa de recuperar mi risa, pero de jugarme y quizás de perder su amistad, pues se levantó airadísimo y se fue a grandes pasos, desarmonizando el señorío de su andar, por el sendero central del huerto de los frailes."
(...) Acababa de recuperar mi risa, pero de jugarme y quizás de perder su amistad, pues se levantó airadísimo y se fue a grandes pasos, desarmonizando el señorío de su andar, por el sendero central del huerto de los frailes."
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia,
Vigo 1997, páx.375-376
No hay comentarios:
Publicar un comentario