jueves, 20 de febrero de 2014

Trapacerías benéficas

"Ruth trabajaba duramente todos aquellos días en la preparación de un concierto que había pedido la marquesa de Velle para una de sus trapacerías benéficas. Yo estaba furioso de antemano; se presentaría otra vez ante los lechuguinos de la sociedad auriense, que la elogiarían, la aplaudirían, hablarían de ella, la invitarían a nuevas casas; tal vez alguno de aquellos pisaverdes, todos mucho más apuestos que yo, todos con dineros...

  Bach, Fantasía cromática y fuga; Beethoven, op.57; luego unos estudios de Chopin,  y para las "propinas" algunas de aquellas cosas intrincadas de un francés que andaba haciendo ruido en los últimos tiempos: Debussy,  y que a nadie le gustaba pero que a Ruth la enloquecía y se lo metía a todo dios por los ojos, es decir, por los oídos."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.435-436


 
 

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