"Después nos enteramos que una buena familia de Auria se la había llevado a Bayona para cuidar de los niños durante el veraneo. Lola y Asunción lloraron a moco tendido por "aquella ingratona". Durante un tiempo me remordió la conciencia, pero, al final, todo terminó quemándose en la misma hoguera."
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia,
Vigo 1997, páx.435
No hay comentarios:
Publicar un comentario