"El aire freco de octubre dispersó de sus ojos los restos de la noche y se dirigió al Liceo; repasó los periódicos que estaban libres, descubrió que mientras estuvo de viaje el asesino había dado violenta paz a un hombre de sesenta y dos años, quizá rebajando la edad de sus víctimas porque la poda anterior de vidas de venerables viejos hacía escasear las posibilidades de elección."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.143-144.
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