"...se detenía el cortejo en la esquina del santo, avanzaba un empleado del Ayuntamiento con una escalera y trepaba por ella para dejar un ramo de flores a los pies de San Martín; el cuidado protocolo del acto se esfumaba en el instante en que el portador de la escala, agazapado en la cola de la banda de música, se adelantaba, la instalaba y subía con no bien velado temor para ofrendar las flores al santo, flores que quedaban olvidadas y mustias hasta el año siguiente, en el que se repetía la conmemoración."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.150.
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