"Al día siguiente en el café, en los grupos de gentes letradas, -"los intelectuales", como empezaba a llamárseles- reinaba una visible excitación. Estaban constituídos por una mezcla de escritores, periodistas, profesores nuevos del Instituto y de la Normal y por todo género de lectores y de aficionados a las artes y a las letras, pertenecientes a la burocracia del Estado. Los poetas y escritores eran inéditos en su gran mayoría, y la base de su crédito era puramente referencial. (...)
El motivo de la nerviosidad excepcional que aquel día los agitaba, era el concierto que a la noche siguiente -anticipándose en varias fechas a la anunciada, por circunstancias imprevistas en su gira- habría de ofrecer, en el Teatro Principal, la Orquesta Filarmónica de la Corte. Por vez primera iba a ocurrir en Auria un acaecimiento de esta naturaleza. (...)
Confieso que al entrar, la noche siguiente, en el teatro, me hallaba en un estado de desasosiego tan anómalo, que parecía miedo.(...)
Volvimos cuando estaban ya afinando. Me asombré de que hubiera en Auria tanta gente que supiese de música como para intervenir con tanto ardor en las discusiones, arriesgándose en tantas réplicas, loas o distingos."
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia,
Vigo 1997, páx.330-333
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