"-¿Cómo sabes tanto de este pueblo?
-¡Oh, llevo aquí años de años, ciclos, edades...! Mi padre es un enamorado de su ciudad natal y he crecido en su adoración, regándome con su dulce nombre... Desde que nací. Yo soy africano, de Tánger, que es una forma muy llevadera de serlo... Mi infancia es la protesta de mi padre contra aquellos solazos, contra aquellas tolvaneras, en defensa de estas brumas y musgos. Además es poeta, por añadidura. Sería como para haberle aborrecido si no pusiese tanta alma en su morriña. Por otra parte, la comprobación no resulta del todo negativa. Ya veremos la gente; el inconveniente de todos los edenes son los bichos... -daba gusto oírle hablar con frases tan rápidas, tan inesperadas, tan de libro. Yo jamás había oído cosa semejante y no me atrevía a contestarle-. Mi padre es "el" Hervás, como decís aquí, administrador de la Tabacalera. Un día, paseando con él, te vi. Ya sé que te llamas Luis y que eres de la familia de los Torralba. (...)
-¡Hombre! Aquí pegas el oído a una piedra y te cuenta la historia de la ciudad, desde que fue extrema oficina y punto termal de romanos aburridos hasta los próximos cien años."
(Diálogo entre Luis y su nuevo amigo, Amadeo)
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia,
Vigo 1997, páx.326
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