"En tales ocasiones, los diálogos eran edificantes y elevadísimos, aunque, de vez en cuando, se colasen otros motivos que los conducían hacia la pasión y el moderado enojo, como eran ciertos puntos de la política nacional o la tesis de si la espada que tenía, en su pazo de Alongos, el señor de las Cabadiñas, representaba un gótico harto primario o un románico muy tardío, pues todos desechaban la teoría visigótica de Vicente Alcor..."
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia,
Vigo 1997, páx.225
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