jueves, 16 de enero de 2014

La rebotica de Ardemira

"Al Casino no se podía ir, pues se hablaba del asunto en términos que hacían incapaz el diálogo y hubo, además, sopapinas y escaramuzas, en que los antagonistas se arremetían en el jardín.

Ni qué decir tiene que todo este penoso rebullicio culminó en la rebotica de Ardemira, donde aquellos varones sapientes, cancelando las garantías de su ilustración, se pusieron finalmente a pan pedir y se echaron unos a otros del establecimiento.(...)

-Estoy seguro y lo juraría por los Evangelios, y no digo apócrifos por no agregar redundancias, que esta pedrea al convento de las Adoratrices es pura filfa. (...)

-¿Cómo puede alguien, sin ser un insensato, negar que los disparos que ayer se hicieron contra las Carmelitas proceden de armas mandadas de Barcelona y, por lo tanto, de origen anarquista? (...)

-Hace falta cinismo para negar que el alijo de fusiles, destinado a los monárquicos portugueses, salió de aquí, de las propias bodegas del obispo..."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.232


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