"-La verdad es que con este tiempo lo mejor es salir de noche, porque de día no hay dios que aguante el calor. (...)
Pagó la consumición, cogió la bolsa con la botella vacía y bajó por la calle San Miguel; paseaba despacio porque no le apetecía meterse en casa cuando estaba tan reciente la muerte de López, pero qué carajo (...) Atravesó la Plaza de San Martín para entrar en la calle de las Tiendas y subió a su piso; era la noche una cúpula oscura donde se descubrían las estrellas lejanísimas de agosto, y la luna, una sonrisa turbia que, cómplice, lo llamaba desde lo alto."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.118-119.
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