"Se había instalado en su corazón una especie de caos que le impedía entrar en su hogar y estudiar allí, entre la soledad y las tinieblas de la alta noche, lo que había sucedido unos minutos antes, lo que había sucedido anteriormente con Cisneros y Tejada. En el bar Samuel pidió una copa de licor café y entró en el servicio; vació la botella y tiró de la cadena de la cisterna para que el veneno fuese a dormir un sueño de olvido a las cloacas, para que envenenara faunas rastreras y hierbajos que malvivían en las riberas de un riachuelo empozoñado."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.117-118.
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