"Un aspirante, pensó mientras caminaba por Progreso en sentido contrario al seguido para acompañar a Máximo, el más débil de todos, el que nunca lo trató con especial inquina, tampoco con singular deferencia, pero cuando determinó acabar con ellos, no se había atribuido la facultad de indultar a alguno porque fuese más o menos simpático, más o menos benevolente, sino asesinar a todos para alcanzar la categoría de Socio de Honor."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.124.
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