"Fumó un cigarrillo en la terraza y cuando terminó (otra vez arrojó a la piedra de la Plaza Mayor la estrella fugaz de la colilla encendida) fue a buscar la máquina de escribir, se sentó y empezó a teclear lentamente, escuchando los ladridos del perro del segundo que parecía desearle las buenas noches."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.134.
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