"Pese a la tibieza de los otoños en la ciudad, era necesario aprestar energías, excavar trincheras, levantar parapetos -incluso de cadáveres ajenos, como en las guerras- para afrontar la batalla con el frío del invierno que se aproximaba como un lobo que baja a la ciudad porque el monte no le proporciona presas para su sustento."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.122.
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