"Setiembre caminaba hacia su fin recortando el tránsito de los atardeceres púrpuras cuando encontró aquella tarde a Araújo instalado en una mesa del Liceo con un café delante, abstraído en la contemplación de la puerta, como si fuese posible que por una disposición mágica, resucitaran Cisneros, López, Tejada y su mujer y los cinco se abrazaran dando por finalizado un exilio de años."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.127.
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