"Cuatro días después se enteró de que Máximo había enviudado; leía en la biblioteca del Liceo los diarios que poblaban la escasez de noticias con alguna que otra romería y la cotidiana abundancia de datos en torno a la ausencia de datos del asesino de viejos, que alcanzaba la cifra de diecinueve difuntos en su haber. La conmoción que una noticia de este calibre procuraba a la ciudad se atisbaba a través de los numerosos editoriales acerca del tema."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.125.
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