"-Ya que llevamos el mismo camino, podía acompañarme hasta la puerta de la catedral. Es que voy a misa, ¿sabe?
Odiaba escoltar el trayecto de la mujer pero le pareció la forma más elegante de quitársela de encima, "dicho sea sin afán lúbrico", pensó y caminaron juntos."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.84.
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