"Don Eusebio evocó el entierro, la tarde de calor en la que se sintió obligado a hacer bulto, a figurar en el postrer paseo de Tejada, desde la iglesia de Santo Domingo hasta el cementerio de San Francisco, donde una brisa suabe los saludó después de la caminata. "Pobre Nicanor", se lamentó Máximo extrayendo de la cartera el recorte del periódico que mencionaba la desaparición del amigo."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.86-87.
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