"Bebió dos tazas de blanco apoyado en los pipotes de vino que utilizaban como mesas en el local; esparció una mirada por el recinto para ver si había algún mechero solitario que lo estuviese esperando, pero no descubrió ninguno. Salió a la Plaza de las Flores preguntándose cómo algún mamarracho podía llamarle plaza a un trozo de asfalto donde se entrecruzaban ensanchándose cinco callejas; caminó por Rúa de Obra; en el Trangallán pidió una ración de empanada para no seguir bebiendo en ayunas."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.99.
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