"Desde luego, tiene usted una lengua venenosa, don Rafael; hace unas semanas era mil olor corporal, hoy mi aliento a licor café y mis ojos extraviados; hace unos meses, según ustedes y don Nicanor, descanse en paz, era mi fama. ¿No tendré ninguna virtud, por insignificante que sea, escondida en algún sitio?"
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.107-108.
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