"Aunque el calor de la hora no invitaba a salir a la calle se preparó para acudir al Liceo y apuntalar sus relaciones con Rafael y Máximo.El patio prolongaba un hábito fresco de primavera; en una mesa, los dos viejos jugaban a las cartas, perpetuaban gestos y tácticas, podrían, caviló, dejar los naipes sobre el tapete que jugarían por sí solos con la mecánica ritualidad con que habitualmente manejaban las manos venosas de ambos."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.85.
No hay comentarios:
Publicar un comentario