"Vio pasar a Rosa por delante del bar, "debe de venir de la misa de la catedral" y conjeturó que aquél sería su día de asueto y, por esa razón, el día clave para darle pasaporte a López. Seguramente el viejo iría a jugar la partida al Liceo con Araújo y se recogería mucho más tarde porque los días, aunque comenzaban a disminuir, todavía eran largos y terminaban con atardeceres rojísimos que parecían resistirse a dar entrada a la noche.
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.99-100.
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