"Entró en el Liceo con pasos más altivos que de costumbre y buscó la mesa donde López y Araújo proseguían la partida iniciada cuarenta años atrás. "Buenas tardes, caballeros", y su aliento tibio de licor café alertó de inmediato a los otros de que don Eusebio "viene soplado, ¿eh?", comentó Rafael; (...)
-No -dijo tomando asiento-; si bien es verdad que tomé una copa de licor café, no vengo soplado."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.106-107.
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