"Los coches y los "propios", iban y venían entre el pazo y la ciudad, trayendo vituallas en enormes cantidades de las que luego sobraba la mayor parte.
Los aldeanos jóvenes aparecían, ya desde la víspera, afantochados y tiesos con sus trajes, comprados en los "ropashechas" de A... Perdido el garbo de su fachenda natural, desfigurados por los ternos acartonados y desmedidos (regalo de la abuela), parecían sobrevivientes de algún desastre, vestidos apresuradamente por las autoridades."
Eduardo Blanco Amor, Los miedos, ed. Destino, Barcelona, 1963, 1ª edición, páxs. 139
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