"Seguían allí los Couñago (¿por qué se quedarían tanto esta vez?), o sea la tía Armida, hija menor de mi abuela, y el tontainas insufrible de su maridazo.
Era muy alto, macizo, con pujos de aristócrata. En Auria le llamaban el Buey, supongo que por la estudiada lentitud de sus movimientos, que le llegaba hasta el bastón."
Eduardo Blanco Amor, Los miedos, ed. Destino, Barcelona, 1963, 1ª edición, páx. 60
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