"Releyó los papeles del diario corrigiendo a lápiz algunas imprecisiones y errores de mecanografía; "a mi edad, los dedos van por libre sobre las teclas", protestó. Hizo rayas con los pies en el polvo de las baldosas y cuando decidió que era el momento -aunque no sabía de qué- se encaminó hacia el Liceo."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.67-68.
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