"El día anterior se había acostado muy tarde; el calor de la noche invitaba a prolongar los paseos por las calles de la ciudad, inequívocas rutas de ensueño bajo la luna clarísima del verano. No experimentó nada especial cuando confrontó otra mañana que el piso se había convertido en un espacio lleno de ceniceros plagados de colillas, de platos sucios acumulados en el fregadero, de toallas tiradas en los rincones del cuarto de baño."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.81-82.
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