"...estuvo a punto de llamarlo para que Tejada comprendiese que había sido testigo de que una furcia de oficio del barrio lo había llamado por su nombre. Lo vio entrar en el número 27 de la calle. Después deshizo el trayecto; bajó la cabeza para no deslumbrarse con la luminosidad que despedían los prostíbulos y cuando pasó al lado de la mujer que había saludado a Nicanor, ésta le dijo:"Qué, abuelito, ¿resucitamos al muerto por poquito dinero?"."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.61-62.
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