"Cuando acabó de leer los periódicos la soledad del Liceo lo empujó a salir a la calle; la ciudad semejaba estar engalanada para una fiesta de solsticio, recuperado por el fin la pátina de luminosidad que la transformaba de un lugar occidental perpetuamente envuelto en brumas, en la diafanidad mediterránea de un puerto marítimo."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.65-66.
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