"Demoró su rumbo por las calles encendidas bajo el sol hiriente del verano; la ciudad se vaciaba gradualmente de gentes que buscaban el frescor de las aguas de los mares o el letargo sombrío de los pueblos; los que como él permanecían en la ciudad constituían una secta de solitarios que se encontraban en las barras de las tabernas para contarse la infinitud de sus pesares."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.83-84.
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