"Sin querer, más bien, sin darse cuenta, sonrió mientras dejaba a sus espaldas la fachada de la iglesia de Santa Eufemia en la que anidaban palomas que con los años teñirían del color gris de sus excrementos las hornacinas y los santos allí petrificados."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.72.
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