"Aún tengo unos minutos y decido hacer algo de tiempo y tomarme un café en la primera cafetería que encuentre. A pocos metros veo una, O Forno; me acerco. En la puerta hay un chaval rubio de unos veintipocos años, con un mandil negro, apurando un cigarro. Entro. Huele a café con leche, hay varios paisanos acodados en la barra y dos o tres desperdigados en mesas. La decoración es ecléctica, un par de cuadros con puestas de sol sobre el puente romano de Novariz, una diana para jugar a los dardos, una cabeza de ciervo disecada y varias miniaturas de hórreos diseminadas por las mesas. Me aproximo a la barra."
Carlos Montero. El desorden que dejas. Ed. Espasa. 2016. Pág. 34.
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