"Y el Miño se confundía en sus sueños con todos los ríos maravillosos en los que el padre pescaba los domingos, en remotísimos lugares cuyos nombres se cernían como un arco iris sobre su asombro: ¡Casares, La Arnoya, La Gudiña, Puebla de Sanabria, Casayo...!; los ríos que palpitaban emocionadamente en la tina de zinc del fregadero, en la cocina de la vieja casa, cuando el padre llegaba de sus pescatas y les traía truchas aún vivas."
Julio López Cid. El Río. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág. 17
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