"Desde la terraza se veía el río, lejos, reluciendo entre los verdes de la distancia; sólo la Hermana y los mayores; los pequeños no conseguían localizarlo: su mirada novicia se quedaba rezagada, temerosa, en una proximidad muy cercana porque se extraviaba al aventurarse por la lejanía.
Los hermanos mayores iban a bañarse al río, a hurtadillas, a pesar de las recomendaciones, de los terrores maternos: "Un día me vais a dar un disgusto. No quereis escarmentar en cabeza ajena, y ya escarmentaréis en la vuestra", y un día sacaron al hermano mayor medio ahogado: había apostado que pasaría el río cuatro veces seguidas sin descansar y le dio un calambre en una pierna mediada la tercera vuelta."
Julio López Cid. El Río. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág. 16-17
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