"En los puentes, la riada tenía su altímetro natural. Unos señores comentaban: "Hace cinco años llegó hasta los hierros". (¡Cinco años!, la mitad de su tiempo, casi todo en realidad, porque la memoria no abarcaba mucho más). En el encuentro frontal con los pilares, el agua se represaba y luego, al flanquearlos, se la veía salvar el desnivel precipitándose por el vano como por un tobogán, al modo de los cachones, horadándose con la fuerza de la caída, dando lugar a que se viesen las entrañas sucias, desaliñadas, de la riada."
Julio López Cid. El Río. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.25
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