"Se veían a lo lejos los viñedos de Oira completamente anegados; venían aguas abajo ramas y arbustos en profusión; de vez en cuando, también algún animal. Ellos tenían su punto de control en la curva de la lejanía; desde allí los miraban venir, vigilando atentamente su trayectoria, al acecho del emocionante momento de su paso bajo el arco del puente. "¡Ahí viene otro!". El cerdo se iba deteniendo momentáneamente en los accidentales remansos (se veía girar el vientre blancuzco, abarrilado); luego se reincorporaba a la corriente. En el momento de pasar bajo el puente, le gritaron: "¡Buen viaje, quiriño!".
Julio López Cid. El Río. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.24
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