"Bajó a la calle sin despedirse y entró al Liceo cuando el sol era una caricia confusa que la tarde iba tragando poco a poco; maldijo la puerta giratoria producto de una antigüedad atesorada en el recinto y se paseó por los salones en busca de sus nuevos -si el destino lo favorecía- contertulios; no vio a ninguno de ellos y optó por subir a la biblioteca y hojear los periódicos."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.44.
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