"Tenía ganas de permanecer en pijama esa mañana, esperar a que el sol calentara un poco más y salir a la terraza sin acudir al Liceo; pero recordó: no es tiempo para desembarazarse de costumbres instaladas de forma natural en el devenir de los días. Decidió ducharse cuando el reloj de la catedral lo urgió dando las once."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.38.
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