"Fue al frigorífico donde había guardado el resto de la botella de licor café comprada un mes antes y se sirvió una copa. Esta vez paladeó el brebaje con delectación de connaisseur y encendió un cigarrillo. Se sentó delante de la máquina de escribir y reemprendió el hilo del diario iniciado en marzo."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.42.
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