"Un ligero malestar lo invadió de repente; creyó que le dolía un brazo y después el dolor se alzaba hacia el cuello esparciéndose por la nuca, sintiendo un golpe como el que había visto recibir al anciano en las escaleras del Liceo. "Tonterías", se dijo, "yo no fui, eso está claro. Se cayó. Todos tropezamos un montón de veces". Lo malo era que el tropezón había acarreado la muerte de Cisneros. "Ahora pondrán la bandera del Liceo en el balcón principal y un crespón negro" y el crespón allí colgado le parecería una acusación, el índice señalador que cargase en su conciencia la defunción de Vicente."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.30.
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