"Pero antes de salir del local preguntó: "Samuel, ¿cuánto cuesta una botella de licor café?" "Doscientas setenta y cinco pesetas". Decidió llevarse una porque temió que la noche fuera larga y con el aguacero amenazando las calles y plazas no le apetecía andar por ahí vagando. Caminó sin prisa tropezando con paraguas abiertos, esquivando las riadas que la lluvia encauzaba por las empinadas calles de la zona y al..."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.34.
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